miércoles, 27 de abril de 2016

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El estómago se dilata y se contrae.

A veces, de tanto nervio, la piel se llena de ronchitas chiquititas, principalmente en la cara, el escote, los brazos y los muslos.


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Después de la piel, entre las costillas: el miedo.

El va atizando y corrompiendo cada diástole con recuerdos y temores resabidos de hollín. Se extiende comedidamente - amo y señor de este desordenado habitáculo - acostumbrándonos a sobremorir con el calorcito pernicioso al que nos aclimata.