viernes, 20 de marzo de 2009

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CARLOTA:

Mamá dice que soy demasiado pequeña para entender lo que hacen los mayores, aunque si preguntaran mi opinión les contestaría que son todos unos perfectos estúpidos, pero según ellos yo no puedo opinar porque aun no he crecido lo suficiente y no sé nada de la vida. Eso es precisamente lo que mi padre le dice siempre a mi hermano Alex, pero yo creo que está muy equivocado.

Alex siempre sabe lo que quiere y además es el único que no lo resume todo diciendo que soy demasiado pequeña. Al menos cuando lloro no cree que lo haga por tonterías y siempre encuentra el modo de hacerme reír. Él sabe soñar y por eso entiende mis sueños, por eso comprende cuando le cuento que no me gusta que los demás niños de la clase se metan con Zahara porque viene de un país muy lejano y por eso entiende que yo saque malas notas, aunque siempre me aconseja que haga lo que haga trate de sentirme bien y que no estudie para ser la mejor de la clase, sino para superarme a mí misma y demostrarme que puedo aprender más cada día.

A veces hablamos de cosas tristes, cómo de los mendigos que hay en las puertas de las iglesias y de los que mamá siempre me quiere ocultar la existencia. A ella no le gusta que le haga preguntas y me responde que son pobres, y si le pregunto que qué es un pobre me dice que es alguien que no tiene dinero y yo le respondo que entonces nosotros somos pobres, porque papa siempre se queja de que no tenemos dinero. Pero ella levanta el dedo índice y lo coloca en sus labios para que entienda que tengo que callarme, que esas cosas no se preguntan en mitad de la misa y que el gordo de blanco va a seguir con su aburrido discurso haya pobres o no los haya.

Cuando acaba el sermón siempre nos recuerda que demos la voluntad, y las viejecitas sacan algunas monedas y las ponen en un platillo. Una vez le pregunté a mamá que porque querían tanto dinero si ya tenían una casa tan grande, con tantas estatuas y tantos palcos. Me respondió que era para repartirlo entre los pobres. Por eso pienso que mamá no sabe lo que dice, porque si ese dinero fuera para los pobres, no encontraríamos siempre al mismo mendigo pidiendo en la puerta.
Alex no va a la iglesia nunca. Dice que tiene alergia a esas cosas entre risas y, aunque a mí tener alergia no me parece gracioso, me divierte que haga ese tipo de bromas, porque cuando mi hermano se ríe se le ven las dos hileras de dientes y entonces, es el hermano mayor más guapo del mundo.

Una noche mientras cenábamos y escuchábamos las noticias en silencio, Alex dijo que se iba a pasar unos meses fuera. La tarde del domingo se marchó cargado con una maleta de esas de ir de excursión y su guitarra. Me guiñó un ojo en la puerta y mientras bajaba las escaleras corrí al balcón para despedirle. Él, des de abajo me regaló una sonrisa y levantando teatralmente el puño dijo con voz muy seria “Hasta la vista, compañera”, y enmarqué ese instante en mi memoria para siempre jamás.

Entonces entré corriendo a la cocina y le propuse a mi madre: Mamá, cuando vuelva Alex habrá macarrones para comer, ¿verdad?

Ella no me respondió. Papá muy serio sentenció que no habría macarrones, que estaba harto de las historias de ese oveja negra. Entonces me acordé de la acalorada discusión que mantuvieron la noche anterior y le dije: ¿Ves cómo eres estúpido? Cuando Zahara y yo nos peleamos arreglamos las cosas hablando y eso nos hace ser más iguales… ¡Pero tú quieres tener razón aunque no la tengas y eso te hace ser tonto! ¡Las personas mayores nunca entendéis nada!

Decir lo que pensaba me costó un azote y estar castigada en mi habitación hasta que recapacitara sobre mi comportamiento de niña desvergonzada. Pero bueno, al menos eso me ayudó a comprender mejor las cosas de las que habla Alex y lxs que piensan cómo él.