jueves, 5 de mayo de 2011

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Cric-crac, cric-crac. Se me ocurre si no será por venganza y mal perder que sin golpecitos en la espalda ni previo aviso venga de golpe y porrazo una ventolera tan fuerte que arrasa con casi todo. Igual mañana o la semana que viene, quien sabe. Pero puede ser que en menos de un ciclo, ante tus ojos, salgan volando las palomas, tiempo y ceniza, así, sin la delicadeza siquiera de hacerlo de cuajo para que no duela.

Ahí debajo, entre sístole y diástole, cometido en la mitad del músculo, puede entreentenderse una enzarzada inflamación. Es chiquitita a la vista humana, pero ya se sabe que la vista humana alcanza a ver muy poco y que casi todo lo que mira, lo hace con intención cuantitativa, como se revelaba en el Principito: Una casa, dos amigos, una docena de meses, algún tiempo, muchas cosas.

El alma sobrecogida, en cambio, que tantas veces sueña en blanco y negro, se pinta de todos los colores posibles. Y no mide en cantidad el dolor o la alegría, porque las cosas incontrolables son desmesuradas, por mucho que algunos entendidos quieran unificar las reacciones y deteriorarlas hasta convertirlas en pura química. A menudo, ni siquiera unx mismo puede expresarlas en su real grandeza y, aunque usemos una verborrea cuidada y exhaustiva de adjetivos y calificaciones, nunca vamos a conseguir que el receptor las experimente del mismo modo.